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Un tiempo de reflexión y refugio en el núcleo familiar

 

Aunque los humanos somos seres terrestres, estamos profundamente conectados con los cielos y el espacio escondido tras la cortina celeste. Estamos conectados a los cambios de estación y al viaje constante de nuestro planeta. Hace unos pocos días se inició el equinoccio de otoño, ese momento en que el Sol es perpendicular al Ecuador, y día y la noche tienen la misma duración.

Mientras que la llegada de la primavera suele ser vista como el resurgir de la naturaleza, el equinoccio de otoño puede estar considerado como un fin de ciclo, pero esto siempre tiene un matiz de encuentro y de regocijo. Por esta fecha, en el mundo andino, se celebra el Pawkar Raymi, se celebraban cosechas, también era la época de las lluvias y del culto a lo femenino.

Paralelamente tenemos las celebraciones del Hallu Willka Chika (en aymara) o Pacha Poqoy (en quechua), que es la festividad de la madurez de los frutos y su preservación para el invierno.  Se festeja la época en que nace el otoño. Se trata de un tiempo de reflexión y refugio en el núcleo familiar.

En el mundo mapuche el otoño se llama Rimü, en la cual la Tierra está tranquila entrando en un proceso de descanso. El otoño es el aviso que el año está terminando, y que viene el We Tripantu.

Entonces el equinoccio es una invitación, como explican las comunidades indígenas, para cuidar la semilla del buen vivir.

JL Flores.