Uno de
los beneficios colaterales que se le adjudican al hábito de leer es que
el sujeto o sujeta, mejorará su ortografía. Esto, en mi opinión, no es
tan así. Se puede ser un lector empedernido y tener una ortografía
atroz.
Por Luis Alberto Tamayo
Hablemos De Libros
El hecho de que los sujetos sepamos cómo
se escribe una bendita palabra en español no depende de cuántas veces la
hayamos visto escrita, depende de las habilidades o talentos de
percepción grafica que tenga el sujeto.
Existe una función de percepción ocular que permite diferenciar la posición que un signo ocupa en el espacio.
Veamos: las letras p, q, d y b
son idénticas, sólo cambia su posición en el espacio y hay niños que
las confunden. Hay gente que tiene memoria fotográfica y sabe si algo ha
variado. Por ejemplo, se dará cuenta de inmediato si en una esquina que
no visita regularmente, cortaron un árbol. Esa persona probablemente
tendrá buena ortografía.
Son
capacidades con las que nacemos o no. Como la capacidad de tocar
batería, dibujar, hacer amigos etc. Por supuesto que todas las
habilidades pueden progresar, de eso se trata, entre otras cosas, la
educación.
Sigamos.
Hay una habilidad para captar variaciones de detalle: diferenciar las
palabras salto y saltó (sólo un tilde de diferencia que cambia el
sonido), las palabras vota y bota (una letra de diferencia que cambia el
significado). Al leer no decodificamos cada signo uno por uno, si no
que leemos el dibujo de la palabra de un sólo golpe de vista, una
Gestalt. Ahora, algunos cerebros leen más o menos el dibujo, las vigas
fundamentales, sin prestar atención a los detalles. Es más, es posible
leer y comprender un texto cuando las letras están en desorden:
“Según un
estudio de una uivennrsdiad ignlsea no ipmotra el odren en el que las
ltears etsen ersciats, la uicna csoa ipormnte es que la pmrirea y la
utlima ltera esten ecsritas en la psiocion cocrrtea. El rsteo peuden
estar taotlmntee mal y aun prodas lerelo sin pobrleams. Etso es pquore
no lemeos cada ltera en si msima, pero si la paalbra cmoo un todo.” ¿No
te parcee aglo icrneible?
Una
persona que pueda leer esto no necesariamente sabrá escribir
correctamente estas ideas. Las personas que tienen cerebros auditivos es
muy probable que tengan una ortografía de base deficiente. Es difícil
escribir, inauguración, cuando todos dicen “inaguración”, es difícil
escribir PSU, cuando todos dicen “peceú”. Puede haber personas, y de
hecho las hay, que lean grandes libros y los comprendan y alteren y
modifiquen su ser impactados, pero leyeron ideas, emociones, no la
representación gráfica de las palabras. Es entonces un error identificar
mala ortografía con ignorancia o falta de cultura académica.
Alguien anónimo propone por las redes sociales que haya una prueba de
ortografía al final de la enseñanza superior para determinar si alguien
está apto para seguir estudios superiores. Seguramente el que propone
esto tiene talento para la ortografía.
También
podríamos proponer una prueba de ética y otra de imaginación y de
habilidades manuales y de cocina. Ningún ser humano debe pasar por la
vida sin aprender a hacer pan, por ejemplo. En fin todos opinan.
Por
mi parte puedo contar que, si hubiera una prueba de ortografía para
egresar de la Enseñanza Media, a mis 17 años, jamás me habría graduado.
Yo ingresé a la universidad y en la primera prueba escribí “yo” con
doble “l” (llo) y a mí me parecía bien, normal, se entendía la idea.
Desde esa
fecha hasta ahora he dado una larga batalla por mejorar y dominar mi
ortografía. Mi cerebro es claramente auditivo. Me sé las reglas, las
enseño, pero a veces, escribiendo rápido aparecen aberraciones que
serían dignas de un iletrado.
En
mi trabajo docente, a veces, me topo con alumnos brillantes y
avergonzados, maltratados por su mala ortografía y son grandes
pensadores, grandes creadores y grandes lectores, pero con una
ortografía de perro callejero.
La
ortografía no se mejora leyendo, eso es un mito. Se mejora luchando
cada día, escribiendo cientos de veces la palabra difícil, se mejora
estudiando etimología, yendo infinitas veces al diccionario.
Hay
gente muy inculta, muy torpe cognitivamente y luce una ortografía
impecable, producen escritos ramplones, vacíos de ideas, pero con buena
ortografía. Al fin, la buena o mala ortografía depende de habilidades
cognitivas como la ubicación espacial, memoria fotográfica, percepción
visual de detalles, con la que algunos nacen y otros no.
Yo me aprendo las letras de las canciones
sin hacer ningún esfuerzo, nací así. Lo bueno de mi mala ortografía de
base, es que, gracias a ello, conozco miles de palabras, aumenté mi
vocabulario para no pasar vergüenza al no saber si la palabreja se
escribía con hache al medio o no, por ejemplo. Leo y leo y hago que mis
alumnos lean. A propósito, los editores de Gabriel García Márquez se
tomaban la cabeza a dos manos por los horrores ortográficos en que
incurría el maestro. Gabo era así, maravilloso. Una vez vi un manuscrito
de León Gieco y era realmente un record mundial: cinco faltas en dos
líneas y dos faltas en una sola palabra. Pero, “Sólo le pido a Dios” y
“Los Salieris de Charly”, salidos de su genio, eso sí es importante. Lo
otro tiene arreglo… Si le interesa arreglarlo, claro.