Columna de Opinión
PhD Pedro Rosas, Rector Colegio Altamira:
Ingeniero Civil de la Universidad de Chile, Master en inteligencia artificial, en la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica). Postdoctorado en neurociencia cognitiva en el Instituto Max-Planck de Cibernética Biológica.
¿Por qué los Estados de Ánimo son Clave para el Aprendizaje?
Como padres y educadores, todos queremos que nuestros hijos aprendan. Pero hay algo que a menudo pasamos por alto: antes de que un niño pueda aprender matemáticas, ciencias o cualquier contenido, necesita estar en un estado de ánimo propicio para aprender. Esta preocupación por el aspecto “afectivo” del aprendizaje es algo que tenemos muy presente en el Colegio Altamira.
Estados de Ánimo vs. Emociones: ¿Cuál es la diferencia?
Cuando su hijo se enoja porque alguien le quitó su pelota, eso es una emoción: intensa, dirigida a algo específico, y relativamente breve. Pero cuando ese mismo niño dice “las matemáticas no son para mí” o “nunca voy a ser bueno en esto”, está operando desde un estado de ánimo: una disposición más profunda y duradera que influencia toda su experiencia. Los estados de ánimo son como filtros invisibles a través de los cuales vemos el mundo y decidimos lo que creemos que es posible y lo que no lo es.
El Poder Invisible de los Estados de Ánimo
Lo fascinante de los estados de ánimo es que:
Son contagiosos: Si un niño llega ansioso a clases, puede generar ansiedad en otros. Pero si llega con curiosidad y asombro, ¡también contagia eso!
Son colectivos: Una clase puede tener un “ánimo grupal” de aburrimiento o, por el contrario, de entusiasmo explorador. No es la suma de estados individuales, sino algo que emerge entre todos.
Son “históricos”: Los niños heredan estados de ánimo de sus experiencias pasadas y de su entorno. Un niño que ha escuchado repetidamente “las matemáticas son difíciles” probablemente abordará los números desde la resignación.
Estados de Ánimo que Cierran vs. Abren el Aprendizaje
Los estados de ánimo son como el suelo donde crecen las semillas del aprendizaje. No importa cuán buena sea la instrucción o cuán inteligente sea el niño: si el estado de ánimo no es propicio, el aprendizaje simplemente no ocurre. Por eso podemos decir que los estados de ánimo son previos al aprendizaje: antes de preocuparnos por qué enseñar o cómo enseñar, debemos preguntarnos: ¿en qué estado de ánimo están nuestros estudiantes?
Por ejemplo, cuando un niño opera desde la resignación – “nunca voy a poder hacerlo, no importa cuánto lo intente” – el aprendizaje se vuelve prácticamente imposible. La resignación cierra toda posibilidad antes de empezar. De manera similar, el aburrimiento genera una desconexión total: “no hay nada que me interese aquí”, y el niño deja de estar presente en la experiencia de aprendizaje. Estos estados de ánimo funcionan como muros invisibles que dificultan o incluso impiden el descubrimiento, el aprendizaje.
En contraste, cuando un niño piensa – “veo que podría hacer muchas cosas y voy a lograrlas” – los obstáculos aparecen como desafíos a superar, no como evidencia de fracaso, y en ese sentido está determinado. Y cuando opera desde la paciencia – “acepto que el aprendizaje toma tiempo y requiere práctica” – puede sostener el esfuerzo necesario sin frustrarse ante la primera dificultad. Estos estados de ánimo abren un espacio donde el aprendizaje puede florecer.
¿Qué podemos hacer en casa?
Los estados de ánimo que sus hijos desarrollan no nacen en el vacío – se contagian de los adultos que los rodean y se van sedimentando especialmente a través de las experiencias cotidianas en familia. Cada interacción diaria, cada manera en que ustedes enfrentan lo desconocido o hablan sobre los desafíos, está cultivando estados de ánimo que sus hijos llevarán consigo a la escuela y a la vida. Por eso, como familias, ustedes son arquitectos fundamentales de estos estados de ánimo:
- Celebren el proceso, no solo los resultados: “Veo que practicaste mucho” es más poderoso que “sacaste buena nota”.
- Normalicen no saber: “Yo tampoco sé la respuesta, ¡qué interesante! Investiguemos juntos”.
- Modelen curiosidad: Cuando enfrenten algo nuevo, dejen que sus hijos vean su entusiasmo por aprender.
- Eviten hablar taxativamente: En lugar de decir “es que no eres bueno para…”, intenten “todavía no lo dominas, pero estás aprendiendo.”
Una Invitación
La próxima vez que su hijo diga “no puedo” o “esto es muy difícil”, en lugar de corregirlo, pregúntense: ¿en qué estado de ánimo está? ¿Qué podemos hacer juntos para cultivar una disposición más “expansiva”? Porque al final, el aprendizaje más importante no es dominar un contenido específico, sino desarrollar la habilidad de abordar lo desconocido con curiosidad, confianza en sí mismo y en otros, y determinación. De esta manera, estaremos construyendo juntos, familias y colegio, un contexto afectivo propicio para el aprendizaje.