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Experiencias de aprendizaje centradas en nuestros estudiantes

Marco Cifuentes, psicólogo, profesor de educación física y quien se ha desempeñado como director socioemocional de nuestro colegio, nos explicó la importancia de la educación integral y cómo se busca desarrollar esta propuesta en el Colegio Altamira.

¿Qué entendemos por educación integral y cómo se desarrolla esta propuesta en el Colegio Altamira?

Cuando observamos a un niño o niña jugando en un parque podemos ser testigos que dicha experiencia se despliega en múltiples dimensiones, lo más evidente es un cuerpo en movimiento desplegando múltiples acciones que se transforman conforme al interés y goce que dicha vivencia va entregando. Ante esta escena, es factible que nos surja la interrogante respecto a tratar de entender desde dónde surge tanta energía disponible para llevar adelante las interminables hazañas lúdicas, motrices, creativas o imaginativas que ocurren en tales juegos.

Si contrastamos la imagen anterior con la caricatura de un estudiante cualquiera, sentado pasivamente en su pupitre escuchando algo que no es de su interés, podemos evidenciar un cuerpo inactivo que sucumbe a la gravedad y esboza una sombra de interés sobre aquello que está ocurriendo en dicho contexto escolar.

La idea de aspirar a desarrollar una propuesta de educación integral en el Colegio Altamira, implica escapar de un modelo academicista centrado solo en lo que hay que enseñar por decreto ligado a la caricatura antes descrita que no considera que la constitución fundamental de todo ser humano es multidimensional. 

Asumir lo educativo desde este entendimiento constituye la piedra fundamental de la integralidad en educación, pues no se debe perder de vista en ningún momento la inmensidad y diversidad de cada estudiante e integrante de la comunidad educativa.

Por otro lado, debemos estar atentos de que en todo momento estamos educando, cada instante es una posibilidad de aprender, por tanto, todos tenemos un rol educativo dentro de un espacio educativo, todos somos educadores, cada gesto, cada movimiento, cada palabra está modelando a un ser en formación y todos aprendemos, en síntesis, la educación integral escapa a la ilusión de creer que la labor educativa se reduce a compartir un saber teórico, entre aquellos que poseen el saber y otros que carecen de éste.

Educar integralmente implica que todos los actores educativos somos seres en formación y que tenemos infinitas posibilidades de aprendizaje, en múltiples ámbitos; como los culturales, sociales, teóricos, científicos, históricos, artísticos… En fin, existe un universo por descubrir y al cual tenemos la invitación, idealmente de comprometernos como esos niños y niñas que se juegan en plenitud en cada plaza o parque. Jugar es una experiencia trascendental a la que nos comprometemos con todo nuestro ser.

Educar integralmente aspira a diseñar y proponer en todo momento “experiencias de aprendizaje” que se centran en las y los estudiantes, donde se espera un compromiso en múltiples niveles y con diversas estrategias, éste es el desafío que venimos desarrollando en el colegio Altamira, pues tenemos la certeza que en educación es el mejor camino que nos demanda estos nuevos tiempos.

Desde tu rol directivo y de psicólogo, danos una mirada sobre los niños, niñas y adolescentes de esta época.

Para intentar abordar la pregunta, propongo el ejercicio de caracterizar en parte el mundo en el que se desenvuelven nuestros niños, niñas y jóvenes. Ante esta posibilidad resulta casi inevitable crear un listado interminable de condiciones que probablemente generen angustia y a lo menos incomodidad, como, por ejemplo; 

Hablar del aislamiento social que generó estar en cuarentena, de las excesivas horas que en términos generales tienen nuestros estudiantes frente a pantallas o dispositivos tecnológicos, o que la construcción identitaria depende por la cantidad de “me gusta” o personas que comentan tus publicaciones en redes sociales, en fin…

Pese a todo lo anterior, puedo dar cuenta que nuestros niños, niñas y jóvenes cuentan con una gran sensibilidad y compromiso por temas que en apariencia excederían sus intereses, solo por señalar un ejemplo, en el caso de la crisis climática son los más pequeños quienes se manifiestan más disponibles para reciclar, revisar los sellos de alimentos poco saludables o cuidar que los espacios sean seguros y limpios, de hecho en muchas ocasiones son capaces de corregir o llamar la atención a los adultos que no cuidamos estos asuntos tan relevantes.

En el caso de las y los adolescentes o mundo juvenil, sin duda que al tener mayor conciencia e información aparecen críticos o rebeldes ante un proyecto de mundo que les resulta tan incoherente e incluso nefasto, sumado a un mundo adulto que les provoca desconfianza, sin embargo, cuando se abren las conversaciones donde pueden manifestar abiertamente su sentir y su pensar con un afán de aportar y construir, es altamente probable que participen de manera comprometida y con gran potencial de acción.

Sin duda son una generación convocada a reflexionar y provocar grandes transformaciones en todo orden de cosas o sucumbir en el intento o la apatía, que en el mejor de los casos demanda de nosotros, el mundo adulto una disposición de escucha y flexibilidad para permitirnos aprender y considerar sus posturas, actuar con un sentido de urgencia que se traduzca en acciones concretas y no tanto en discursos vacíos y bien intencionados.

En resumen, esta generación nos interpela a desplegarnos en canales formales e informales, a renunciar a ciertas costumbres arraigadas y en especial a construir una nueva forma de vincularnos, donde se cuide la vida en todas sus manifestaciones, nos pide a todo pulmón coherencia, a hacernos cargo de nuestras buenas intenciones y no tirar la culpa al vecino.

Sin duda, todos nuestros niños, niñas y jóvenes, en el caso de contar con experiencias de ser vistos a los ojos, de sentirse escuchados y validados, sumado a que reciban un trato cuidadoso basado en el cariño y el respeto, cuentan con el potencial básico para hacer de su vida un proyecto que valga el esfuerzo de ser vivido en relación con la infinita red de posibilidades y relaciones que le brinda nuestra época.