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Sabemos que el juego desarrolla un papel determinante en la escuela y contribuye enormemente al desarrollo intelectual, emocional y físico. A través del juego, el niño controla su propio cuerpo y coordina sus movimientos, organiza su pensamiento, explora el mundo que le rodea, controla sus sentimientos y resuelve sus problemas emocionales, en definitiva se convierte en un ser social y aprende a ocupar un lugar dentro de su comunidad.

Por: José Luis Flores, Escritor y
Profesor del Altamira*

Vygotsky  decía que el juego es el triunfo de la realidad
sobre la percepción. En la infancia el juego favorece la conceptualización de
la realidad, la simbolización, la capacidad de abstracción, la adquisición de
destrezas, habilidades y competencias, la enculturación y la socialización.

Por medio del juego se ponen en
práctica las competencias artísticas y creativas; y también la motricidad, el
lenguaje, la cognición, la regulación afectiva y emocional, las actitudes y
valores.

Debido a la influencia tan directa
que tiene el juego sobre el desarrollo cerebral y madurativo es una herramienta
esencial en las intervenciones en los trastornos del neurodesarrollo.

El juego interviene en estos casos
sobre las dificultades tempranas cognitivas, el funcionamiento cognitivo global
y los factores de riesgo de neurodesarrollo.

El juego es una realidad cambiante
y, sobre todo, impulsora del desarrollo mental del niño. Concentrar la
atención, memorizar y recordar se hace, en el juego, de manera consciente,
divertida y sin ninguna dificultad.

A través del juego, el niño
construye su aprendizaje y su propia realidad social y cultural. Jugando con
otros niños amplia su capacidad de comprender la realidad de su entorno social
natural aumentando continuamente lo que Vigotsky llama “zona de desarrollo
próximo” que él mismo define como “la distancia entre el nivel de
desarrollo cognitivo real, la capacidad adquirida hasta ese momento para
resolver problemas de forma independiente sin ayuda de otros, y el nivel de
desarrollo potencial, o la capacidad de resolverlos con la orientación de un
adulto o de otros niños más capaces”.

Lo anterior, que aparece muy claro
cuando hablamos de niños pequeños, comienza a desaparecer conforme esto crecen,
relegando el juego a una experiencia meramente suntuaria, menos relevante o
edificante que a las horas de estudio o 
las clases magistrales dirigidas por profesores o expertos.

El mundo de la educación entra
conflicto cuando llega la hora de hablar de 
experiencias lúdicas digitales, como videojuegos, redes sociales y
aplicaciones móviles. Es en este momento que aparecen barreras culturales,
generacionales y vivenciales  que separan
a alumnos y profesionales de la educación.

La 
discusión sobre la utilidad de los juegos de video como recursos
educativos tiene diversas aristas y bastedades que aún debemos cubrir con
investigación, sin embargo en libros como How Computer Games Help Children
Learn, de David Shaffer, profesor de la universidad de Wisconsin-Madison,
podemos encontrar algunas guías y alumbramientos sobre el campo que estamos
explorando.

Lo primero que aparece, y quizás
lo más importante, es que los niños se toman estas experiencias precisamente
como eso, como un juego, de tal manera que el estudiante de forma entretenida,
y sin saberlo, puede aprender adoptándola como una experiencia práctica y sobre
todo, útiles. Los jugadores/estudiantes se ubican desde el hacer, creando
sentido frente al aprendizaje de manera rápida y eficaz.

No es menor tampoco el espacio de
simulación digital que abren los juegos. En ellos es posible viajar, hablar
otros idiomas, aprender construcción y diseño, a un costo mucho menor si
comparamos esto con el mundo real. Un punto que un profesor debe tener presente
es el proceso de ensayo y error. En los juegos un traspié se corrige, se enfrenta,
se le quita la sombra prohibitiva. El error se hace liviano y se transforma en
un paso necesario en la ruta del aprendizaje.

En este sentido, la actividad
mental en el juego es continua y, por eso, el juego implica creación,
imaginación, exploración y fantasía. A la vez que el niño juega, crea cosas,
inventa situaciones y busca soluciones a diferentes problemas.

Con todo lo anterior dicho y todas
las novedades que trae el mercado, el mundo de las aplicaciones para el
aprendizaje es un campo aún por explotar, de todas las aplicaciones presentes,
solo alrededor del diez por ciento tiene un diseño intencionadamente educativo. 

Debemos aprovechar el uso de las
tecnologías que desde una edad tan temprana los niños utilizan de forma
intuitiva para mejorar su educación en todo tipo de materias, pues al eliminar
la barrera pedagógica con el profesor, los más pequeños pueden acceder a un
mundo de conocimientos de forma instantánea. 
Así puede aprender de una forma divertida, mejorando su nivel de
implicación y motivación.

*Esta reflexión busca colaborar con
los padres y madres en la crianza y el cuidado de sus hijos e hijas. 

Invitamos  a los padres y madres a publicar sus aportes en
nuestra página web. Si quieres escribir, por favor envía tu reflexión a: [email protected]