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Se
graduó de cuarto medio en el Altamira y va en tercer año de
universidad, donde estudia en un programa de formación socio laboral. Ha tenido
tres trabajos part-time, una banda y por estos días se luce con un rol
protagónico en la obra El peregrino de la compañía Bendito Teatro, junto con un
elenco compuesto por 14 actores con síndrome de Down. Entre todos esos lugares
se traslada en micro solo. “Yo tengo sed de independencia”, asegura a sus 24
años. Aquí, su testimonio.

Por Almendra Arcaya L. / Fotografía: Carolina
Vargas

Paula.cl.

Me llamo Felipe Cortina Toro,
tengo 24 años y soy el único hombre y síndrome de Down de mi familia
,
compuesta por mi papá, mi mamá, dos hermanas mayores y una menor. A los dos
meses mi mamá, Jeanette, me empezó a llevar a la Fundación Complementa, donde
estuve con kinesiología, deportes, psicopedagoga, fonoaudiólogo y terapia
ocupacional. Cuando tenía 7 años entré al colegio Seminario Pontificio Menor.
Súper bueno, pero no es muy inclusivo que digamos. Ahí sufrí un poquito. El año
que llegué me pegaron un combo y en esa época era más debilucho. Yo le pedía
plata a mi mamá para comprar un berlín en el quiosco del colegio y los niños de
cursos más avanzados me decían que estaba gordito y esas cosas, eso no me gustó
para nada.

Tuve una pre adolescencia difícil. Tenía
12, iba en cuarto básico y yo era uno de los más grandes de mi curso. Tenía dos
años más que ellos. Eso me incomodaba porque siempre sentí una atracción por
los cursos más altos, el mío me quedaba un poco chico y yo quería compartir con
compañeros de mi edad. Los cursos de más arriba tenían un día para ir como
quisieran, sin uniforme, y yo tenía que ir como los chicos, con cotona, polerón
y buzo. En los deportes y extra programáticas me adapté bien. Los viernes por
la tarde jugaba fútbol y los sábados por la mañana iba a rugby, y en la tarde a
scout.

A los 13 años me cambié al colegio Altamira, gracias
a mi amigo de la infancia, Joaquín, que también es síndrome de Down. Su mamá le
dio el dato a la mía. Entré a quinto básico, a un aula regular con 23
compañeros, de los cuales solo dos teníamos síndrome de Down.  También
había un aula de apoyo, a esa iba en la tarde y ahí tenía 10 compañeros, todos
con síndrome de Down. Al principio a mí eso no me gustó mucho. Nunca había
visto tantos Down juntos y no quería conocer amigos, pero después ocurrió la
magia sola, me empecé a acercar a ellos. Luego comenzó el compañerismo y poco a
poco se convirtió en amistad. Las niñas del curso me acogieron muy bien, yo
tenía un plus porque como soy el regalón de mi mamá, mis tres hermanas y mis
primas, me llevo bien con las mujeres.

Conocí el amor ese mismo año, cosa que no fue tan
sencilla.
 En mi caso, la niña de la que yo me enamoré
no era síndrome de Down. Nunca me había pasado algo así, fue un flechazo de
amor, un amor a primera vista que me duró hasta los 22 años. Ahora que soy más
grande empecé a ver las cosas con claridad y a entender que me quiere solo como
amigo y claro, parece que ahora estoy superándolo. Entremedio pololeé con dos
niñas, ambas con síndrome de Down, pero por poquito tiempo porque después se
las empezaron a jotear y eso no me gustó mucho, porque las relaciones no se
comparten. Ahora somos todos amigos.

En séptimo básico, cuando tenía 15 años, fui a
hablar con el director del colegio para proponerle crear una banda
.
Empecé a tomar clases de voz en el colegio. Mis compañeros del aula común
organizaron una completada para reunir fondos y empezamos a tocar en las
asambleas, frente a todo el colegio. Somos 5 inicialmente y los ritmos van
cambiando, tocamos reggaetón, canciones de Disney, rock, boleros.

Me fui de gira de estudios a Argentina y Uruguay. Tenía
18, iba en segundo medio y fui el único compañero con síndrome de Down que fue,
además de ser el único que no necesitó permiso notarial para nada porque era el
más grande. Ese mismo año mi mamá me empezó a dejar cruzar las calles y a ir a
la esquina a tomar la micro solo para irme al colegio. Al principio mi mamá me
seguía en el auto. Las primeras veces me quedaba dormido. Después me iba y
venía solo.

La primera obra de teatro que vi fue en 2009 y
marcó mucho mi corazón
. Se llama El estanque, de la
compañía Bendito Teatro. Me gustó lo sueltos que se veían los actores. Mi gusto
por el teatro lo heredé de la Trini (31), mi hermana más partner, que también fue artista teatral. El 2012,
cuando iba en tercero medio, me metí a electivo de teatro y circo, y ahí
reafirmé mi pasión.

En cuarto medio gané el premio al Espíritu y
me convertí en el primer alumno del colegio con síndrome de Down en obtenerlo.
También estuve a cargo de hacer el discurso de los cuartos medios.

A los 21 entré a trabajar por primera vez part-time.
Estuve seis meses en una farmacia, donde debía barrer y limpiar y ordenar los
remedios en la bodega. Mis compañeros fueron muy acogedores, pero los jefes
eran medio pesados. Me vieron con discapacidad.

¿Por qué no puedo ir a bailar?, ¿porque soy
síndrome de Down?
, le dije a mis hermanas y primas, ese mismo
verano, en Pucón, una noche en que se preparaban para salir. Ese día me
llevaron a una discotheque y fui el único de los primos chicos en entrar al VIP
con los grandes, porque tenía 21.

Cuando audicioné al Bendito Teatro, en 2015, obtuve
un personaje chico que cerraba la obra.
 Hoy día soy uno de los
protagonistas y tengo un parlamento largo que llevo ensayando un año, los
lunes, miércoles y viernes, de cuatro y media a ocho de la noche, con mis
compañeros. También ensayo mucho solo, con la Trini y mi mamá. Incluso ni tuve
vacaciones de invierno para quedarme ensayando porque a mí me importa mucho lo
que quiero y quiero hacerlo bien.

Yo no quería entrar a la universidad,
quería dedicarme al teatro y a trabajar, pero mis papás me metieron a PRUFODIS
(Programa Universitario de Formación Socio laboral para personas en situación
de Discapacidad Intelectual), en la Universidad Central, para que viviera la
experiencia y sea un hombre de derechos, que el día de mañana pueda ser un
actor y músico independiente. Este año he hecho dos prácticas, de tres meses
cada una. Una como asistente de profesor de cátedra y otra en el Ministerio del
Deporte, donde trabajé en un computador y llevando encomiendas al piso 8 y 9.
Este año termino la universidad, estoy muy nervioso porque tengo que entregar
mi tesis.

Felipe
junto a su mamá, Jeanette Toro.

Me demoré dos meses en aprender a llegar en micro a
la universidad. 
Al principio me acompañaba mi mamá. Ahora me voy
solo hasta Metro Moneda, paso el paseo Bulnes, Nataniel Cox y Santa Isabel, y
ahí está, en Nataniel Cox con Santa Isabel. Me demoro dos horas en llegar. Un
día tomé una micro por equivocación. Ahí me di cuenta que pasaba por el teatro,
por Manuel Montt. Al tiro, al tiro, al tiro me di cuenta. Suerte y suerte, de
principiante. Me levanto a las 6:30 de la mañana, llego como a las 8 de la
noche a mi casa, y me muevo solo.

Hace poco me asaltaron. Fue
un día martes, cuando me bajé de la micro, la 518. Me chocaron por la espalda
con una bicicleta, me preguntaron si estaba bien y se llevaron mi teléfono y mi
iPad. Eran bien cobardes. Yo salí corriendo atrás, si hubiera andado en bici
los hubiese agarrado.

Yo tengo sed de independencia, como
dice mi amigo Pedro Ávila, en su personaje de El Peregrino. Una de
mis actividades favoritas es salir a andar en bicicleta escuchando música. No
me gusta cuando dicen que los síndrome de Down no podemos trabajar, no tenemos
derechos o no sabemos reaccionar bien. Eso me hace sentir con más fuerza para
alzar la voz y romper con ese paradigma. A los que nos ven en menos, les diría
que traten de tener tolerancia, paciencia, empatía, que no discriminen. Que no
nos digan ‘perdona, no sé lo que estás hablando, no te entiendo’, todo pesado.

En 10 años más me gustaría hacer una escuela de
teatro 
y que Bendito Teatro exista en todo el mundo, para
que todos vean el bonito proceso que estamos haciendo. También me gustaría
vivir solo, más cerca del teatro. Mi mamá dice que para eso tengo que trabajar
y ganar mi plata. No creo que tenga una diferencia con ningún otro joven de 24
años, aparte de ser más sexy” (ríe).

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