“Cabo de Hornos” es un libro de cuentos, pero es un libro que cumple una función de soberanía. Al leer estas historias cada ciudadano se hace dueño de esa realidad. Me importan poco los mapas políticos con esas fronteras que cambian y provocan guerras. Me importa más el mapa de los afectos de lo que conocemos y nos importa, el mapa de lo que conocemos y amamos.
Por Luis Alberto Tamayo
Hablemos de libros
El escritor chileno Francisco Coloane nació en Quemchi, Chiloé, en 1910. Hijo de un capitán de barco ballenero, conoció desde pequeño las aberraciones ecológicas de esas extensas áreas.
La palabra “ecología” no existía a comienzos del siglo XX, pero Coloane en sus escritos se nos rebela como un gran ecologista, un hombre que denuncia a través de su pluma cómo los humanos codiciosos son capaces de matarse por una pepita de oro o por unos cuantos cueros de lobito de mar.
Ya a comienzos de siglo, la depredación de recursos naturales del extremo sur de América era una realidad. La codicia sin límite, el más religioso irrespeto por la naturaleza, la inconciencia del daño hecho, todo eso aparece en la lectura de los cuentos de “Cabo de Hornos”.
Los hombres perdidos, enfrentados a la naturaleza, la locura y el abandono son sus temas preferidos.
Los cuentos nos parecen crueles, brutales, pero es la forma de don Francisco de remecernos, de darnos de cabeza contra la barbarie y la injusticia. En el cuento “Cabo de Hornos”, que da el nombre al libro, Jackie y Peter, dos norteamericanos, hermanos, aventureros y villanos se dedican a la lucrativa tarea de matar a mazazos a los lobitos de mar recién nacidos. Las pieles deben ser de lobitos de menos de ocho días de nacidos.
Asistiremos entonces a una masacre contada con detalles, luces, sombras olor a sangre. La muerte siempre ahí. Se podría pensar que a principios de siglo esto era lo normal, que en las costas de la zona de Quintay una ballenera funcionó hasta comienzo de los años setenta.
Puede ser verdad, pero don Francisco Coloane era un adelantado y vio lo injusto y criminal de estas acciones. Vemos el sur de Chile porque don Francisco lo contó, porque navegamos por los estrechos en el “Último Grumete de la Baquedano”, porque seguimos viajando en “Los Conquistadores de la Antártica”.
Junto a Herman Melville, Coloane es el gran dibujante de estos mares australes, como Jack London lo es de los mares del Ártico, sin su pluma nos serían desconocidos, ajenos.
El daño ya está hecho, ahora hay que deshacerlo, ahora hay que trabajar, inventar, desarrollar la defensa, reforestar, repoblar la tierra de todas sus criaturas.