Por: María Verónica Vergara; Directora Colegio Altamira*
Para que un colegio pueda reconocer qué ocurre con sus
estudiantes tiene que entrar en contacto con ellos/as, saber quiénes
son, qué buscan, cuáles son sus expectativas, qué les aqueja, es
decir, entender que cada niño, niña o joven trae una historia
personal y una particular manera de vivírsela que debe ser legitimada por
la comunidad.
Todo el currículo debe estar intervenido por
acciones educativas que evidencien las dificultades sociales y etáreas
atingentes a sus vidas y al contexto sociocultural en que nos movemos (entiéndase siglo,
país, uso y abuso de las tecnologías, cambios paradigmáticos etc.).
La escuela tiene la oportunidad de enseñar a vivir con afecto, confianza
y compromiso, tiene la oportunidad de hacer que aquello que queremos ocurra
fuera de nuestros muros, no sea una aspiración sino una vivencia propia y
deseable para todos y todas.
Nosotros somos un colegio inclusivo que tiene en sus
aulas una muestra de la calle, de la vida: somos diferentes pero iguales en
derechos. Cohabitamos con distintas realidades humanas, niños/as con
Síndrome de Down, espectro autista, con los mal llamados “normales”,
etc. y constituimos, en esa diversidad, los grupos curso que aprenden
a convivir desde esa diferencia, y pasa a ser extraño que al
resto les parezca raro. Nuestro afán educativo es legitimar la
diferencia como aquello constitutivo de lo humano, no excluimos desde
los dominios cognitivos, por eso afirmo que trabajamos con la vida tal
cual y cuando nuestras humanidades no están preparadas para hacerlo, lo
declaramos.
Empezamos el día con 15 minutos de contacto para que la o el profesor
jefe vea cómo llegan los/las estudiantes. Es un momento para
vernos, saludarnos y saber cómo llegamos. Los día miércoles
tenemos dos horas de Desarrollo Personal y Grupal, horas puestas en el plan
de estudios con el objeto de tocar aquellos temas relevantes para nuestros y
nuestras estudiantes y para poner sobre la mesa aquellos temas que nos estén
ocupando: Consumos en una sociedad de consumo, el trato entre ellos y
ellas, relación profesores/as estudiantes, etc. Los insumos para estos
encuentros semanales nunca faltan si miras a tu alrededor, por esa razón nos
estructuramos en comunidades de aprendizaje que se reúnen los
martes y jueves durante la tarde a mirar, re-pensar y discutir las
mejores prácticas o acciones para enfrentar el devenir.
Somos una comunidad que se enorgullece de su diferencia y trabaja día a
día para aprender cada vez más de nuestros/as estudiantes. Aquí nos
saludamos de beso, nos abrazamos, nos enojamos, nos retamos, nos
felicitamos. No usamos uniforme porque no creemos en la homogeneidad y
queremos conocer cómo se expresan estéticamente nuestros/as estudiantes para
aprender de sus tribus.
Nuestras normas de convivencia, por otra parte, son revisadas y
construidas con los estudiantes cada 5 años en un proceso de diálogo
interestamental que llamamos Claustro. Aquí discutimos sobre los límites
personales, los cuidados que debemos tener entre nosotros/as dadas
nuestras diferencias y lo más grave que puedes hacer en este espacio educativo
es HACERLE DAÑO A UN OTRO U OTRA SEA CUAL SEA EL MEDIO QUE OCUPES.
No existe ningún argumento que permita relativizar
la sensibilidad de un otro/a y tenemos sanciones asociadas a la falta aunque la
mayor sanción es saber que hiciste daño pero tienes la posibilidad de
reparar. Trabajamos mucho el concepto de reparación de daño. No
estamos exentos de conflictos, sin embargo, nuestra tasa es mínima porque los enfrentamos
desde lo humanos y humanas que somos, no desde la sanción aunque ella
exista.
No tenemos inspectores, tenemos profesores
mediadores que nos colaboran en el enfrentamiento de los conflictos de toda
índole y contamos con un cuerpo de profesores y
profesoras que cree en esta forma de educar como un modo de
vida y una posibilidad de construir esperanza para las nuevas
generaciones.
Casi siempre son los estudiantes los que abren los
conflictos porque existe un espacio que define que estos existen y que es
necesario enfrentarlos, cuando no podemos solos, pedimos ayuda.
Involucramos a las madres y padres en cuanto son los primeros responsables de
nuestros/as estudiantes y los invitamos a ser parte de la solución.
Creemos que en estos tiempos tan líquidos, tan cambiantes, la
construcción de una comunidad contenedora es la gran certeza que nos convoca y
que funda el principio básico de nuestro colegio, educamos para CUIDAR
LA VIDA.
………
Artículo realizado en base a las respuestas completas de María Verónica Vergara Orellana al Diario La Tercera para el reportaje de la
sección Tendencias sobre el cyberbullying publicado el domingo 3 de junio 2018.