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Fue muy poco al  colegio.
Estuvo un año en la Escuela Normal,  equivalente  a séptimo básico, y
luego nada. Allá aprendió  a ver, escuchar e inventar. No podía
 estar quieta en una silla si no le ofrecían algo muy potente que le
remeciera el alma.

Por Luis Alberto TamayoAprendió a tocar instrumentos tocando, aprendió a cantar cantando, a bailar bailando y a  componer componiendo.

¿Qué  haría un
profesor  hoy  con una 
alumna  como la Violeta?  ¿Tendría paciencia para contestar la PSU,
sabiendo  que  una pregunta puede  poner tantas respuestas correctas  como  tú
seas  capaz  de crearlas?

Violeta fue
adelantada  en  todo  y
los  adelantados andan  solos, no tienen  compañeros 
de  ruta. Fue  terapeuta 
de Bach, cuando eso  no
estaba  de  moda.

Ella  estuvo
atenta  al drama  del pueblo mapuche y manifestó que: “Arauco tiene una pena,  adelantándose a  leer un conflicto que parecía  apagado. Cuestionó  a  la Iglesia: “Qué  dirá el  santo Padre, porque los pobres no tienen”. Teóloga, arpillera, coreógrafa, política, poeta, música, investigadora,  gestora cultural, empresaria…  mujer renacentista. Un volcán  de 
movilidad perpetúa.

Aprendiz  de  ella misma. Ella y el mundo eran sus  maestros. Inventó cómo gestionar su aprendizaje. Ella
no iba  paso  a paso. Buscaba el  todo, la meta 
final, la creación de  algo
nuevo en cualquier ámbito.

Aprendió geografía, viajando; aprendió a  dar entrevistas , dándolas; aprendió a  analizar  
el  devenir  social y político, sacando rápido  sus 
conclusiones; siempre  daba  en el clavo ¿Cómo  se hace 
eso, Violeta?

¿Cómo se puede 
ser  tan poco lineal,  tan poco sistemática y tan certera? ¿Cómo se
pueden hacer tan buenas  síntesis  e 
ir  derechito  a  lo
fino, lo ineludible lo imprescindible?